Las instituciones públicas mexicanas han trasladado sus tácticas de promoción tradicional a las redes sociales y a distintos portales de la red. Estas acciones no se diferencian gran cosa de los spots y espectaculares que hemos visto durante décadas. Lo único que cambia es la presentación de los mismos: del televisor pasivo avanzamos a la pantalla activa. El contenido es prácticamente idéntico. Hay poca creatividad en el ramo y aunque las cantidades erogadas son mucho menores a la propaganda tradicional, no deja de sentirse como una oportunidad perdida por parte del gobierno y distintas entidades que reciben dinero público.